miércoles, 13 de agosto de 2008

Trabajo colaborativo


Nuestra compañera Fabiana Sassone encontró la siguiente noticia en Internet

SAN RAFAEL.- Las alumnas de la escuela Mercedes Alvarez de Segura de San Rafael se sienten satisfechas. Gracias a un proyecto de integración comunitaria pueden ser parte de los progresos de un grupo de niños y adolescentes que padecen autismo. Estos últimos participan en talleres de arte en el establecimiento educativo y utilizan materiales didácticos adaptados que fabricaron las estudiantes. Esta experiencia comenzó en 2006 por medio de un convenio de intercambio con el Centro de Integración para personas con Trastornos del Espectro Autista (Citea) de la ciudad de San Rafael y tiene un horizonte pleno de optimismo a juzgar por el entusiasmo que reflejan los protagonistas de la iniciativa.
Las estudiantes de la orientación de Diseño produjeron, con el asesoramiento de especialistas, materiales didácticos adecuados a las necesidades de los niños y adolescentes que asisten al centro.
Según los responsables del proyecto, es escaso en el mercado local el material didáctico adaptado para la enseñanza específica y personalizada de chicos con esta enfermedad.
Los materiales diseñados en la escuela Segura fueron concebidos para estimular su desarrollo hasta el logro de sus máximas posibilidades, potencial que cobra más fuerza con un espacio de apoyo en la escuela.
Este proyecto tuvo su reconocimiento en 2007 con una mención de honor del jurado del Premio Presidencia de la Nación y una declaración de interés por parte de la Legislatura mendocina.
Al mismo tiempo, la iniciativa integradora busca compartir actividades con la formación de valores "para la construcción de una ciudadanía responsable, participativa y solidaria".
Todos estos objetivos apuntan a mejorar la calidad de vida de esos niños y adolescentes, y se procura en el futuro "desarrollar habilidades en talleres orientados al ámbito laboral para eliminar barreras de comunicación que garanticen una vida más autónoma con derechos".
Y en ese aspecto ya pusieron manos a la obra por medio del trabajo de tres alumnas del último año que comparten con cuatro niños actividades prelaborales para el desarrollo de habilidades en artes y oficios.
Por su lado, la directora de Citea, Patricia Veneziale, dijo a Comunidad que se logró "una experiencia gratificante porque nunca imaginamos que integrarían tan rápido a los chicos si se tiene en cuenta que el autismo plantea los inconvenientes de una discapacidad social con dificultades de comunicación, lenguaje y conducta".
Los alumnos --cuyas edades van de 8 a 12 años-- participan en los talleres durante dos horas. Realizan tareas como dibujo, pintura y bordado, y elaboran maquetas y portarretratos. Según Veneziale, "más allá de las habilidades adquiridas lo importante es que están integrados en una escuela de nivel medio común".
En ese sentido trabajan en talleres, comparten los recreos y espacios comunes con el resto de los alumnos, y utilizan las instalaciones escolares.
Tras destacar la apertura y generosidad de directivos, docentes y alumnos, dijo: "Esto tiene que servir como ejemplo para toda la comunidad de que los niños pueden integrarse con los apoyos correspondientes".
La directora del establecimiento, Mabel Mesas, dijo a LA NACION: "Nuestra idea es profundizar la experiencia aunque no tenemos la capacidad edilicia suficiente para recibir más chicos".
Aseguró que el compromiso cobró tal fuerza que las estudiantes trascendieron el límite de la obligación de producir en busca de una nota de aprobación para experimentar personalmente la satisfacción de contribuir a una mejora de la calidad educativa de los chicos autistas.
En ese contexto destacaron la convivencia y la comunicación fluida que se logró en algunos encuentros de taller, en los que no estaba presente la terapeuta junto a los niños.
Por Sergio Dimaría Corresponsal en Mendoza